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domingo, 11 de enero de 2015

La historia del hombre es la de la casualidad.


Debe decirse del destino que atrae las más absurdas interpretaciones. El hombre viene y va, y todo lo que es — si es que ser es ponerse pantalones y salir a la calle —   podría encasillarse en un subjetivismo místico o en planas nimiedades. La historia del hombre es la de la casualidad.

Se imaginará el lector recorriendo las calles ventosas de su ciudad natal o de cualquier otra que le convenga — siempre que sea ventosa — . Lo importante es la calle, como decir gente haciendo gente bajo el viento. Imaginemos  (me incluyo ahora en la aventura porque sino ¿qué haría mientras tanto?) que salimos así de prisa y nuestros zapatos van como rodando en busca de otros zapatos. El hombre, ante todo, fue concebido para buscar.
Digamos que hemos recorrido dos kilómetros en busca del amor o de un buen libro, lo que venga primero. Entramos — porque hay que entrar en algún lugar — a una librería inmensa, como decir la mente de cualquier gran filósofo. Los pasillos recién limpios, todo brilla en el corazón del hombre cuando busca un amor o un libro. Nos adentramos en el último pasillo como quién guardó una pequeña esperanza en su bolsillo alguna vez  y ahora recuerda finalmente dónde la tuvo todo este tiempo y la saca felizmente y se sonríe.
Cuando uno está a punto de encontrar algo precioso, el mundo se va creando y destruyendo mágicamente al ritmo de los pasos. Delante del último estante del último pasillo de la librería está una gran mesa servida para dos. Digamos que estamos agotados de caminar o de buscar —el amor o el libro —  y decidimos sentarnos a la mesa, a pesar de la magia y el corazón.
La historia del hombre es la de la casualidad, no se nos vaya a olvidar. Sin haberlo notado, mientras pensábamos en la magia, y en el corazón, y en la esperanza que esperaba en el bolsillo, la persona más hermosa del mundo se acercó a nuestra mesa y se sentó en la silla frente a nosotros. Consigo trae el mejor de los libros que la historia humana haya percibido y la sonrisa definitiva del amor.

Volvemos a nosotros mismos (¿cómo no?): hay, sobretodo, algo que buscar. Amor o libro, la respuesta del hombre, todo su ser en la misma mesa ¿y ahora?

Volvemos al singular, querido lector, la elección es completamente suya. Si la persona o el libro pudieran hablarle en este momento, sin duda, le dirían que quién elige un camino elige una única manera de matar o de morirse — lo que venga primero — y, personalmente, yo prefiero bajarme acá.

Suerte.

2 comentarios:

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  2. María Fernanda Gómez14 de julio de 2015, 16:15

    Una búsqueda constante, en eso estamos los seres humanos conectados...una búsqueda incansable de ese deseo profundo del corazón. Sin embargo, la mente se adueña y hace que valoremos todo doblemente..es tan humano quererlo todo al mismo tiempo...tan ilógico como imposible...sigue en la búsqueda..

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