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miércoles, 28 de diciembre de 2011

La Caída de Pakaxa


Imagen tomada de: http://trabajonoviembrediana.blogspot.com

Coquiba los vio llegar desde lejos. Nunca había visto algo parecido.  Desde donde estaba pudo notar sus pieles pálidas y sus cabellos brillantes como el maíz al sol.
Entonces contempló las bestias, casi de su tamaño, del color de la tierra, abriéndose el paso entre la maleza. El miedo se apoderó de su alma, estuvo congelado por un instante y luego volvió en sí.
Supo que debía acercarse, como líder de su gente, tenía que  averiguar de qué se trataba.
Al verlo llegar ellos se detuvieron. Comenzaron a hablar en lenguas extrañas mientras lo señalaban.
Coquiba les dio la bienvenida a Pakaxa, su hogar, pero no obtuvo respuesta. Los miró detenidamente, tenían cubierto todo su cuerpo y en sus manos llevaban unas lanzas bastante raras, eran más brillantes y cortas que las suyas y tenían una forma bastante distinta.
Parecían asustarse cada vez más. Él trató de tranquilizarlos, trató de explicarles que no debían temer, pero nuevamente no le entendieron.  Aún no terminaba cuando uno de ellos lo señaló con su lanza. Se escuchó un golpe seco en el aire, entonces la conmoción se esparció de choza en choza como si se tratara  de un incendio. Fue como un trueno en las noches lluviosas, pero El Gran Tialoc aún no había bendecido su tierra con el agua del cielo.
Inmediatamente Coquiba se vio tumbado  por una una fuerza imponente, estaba confundido. Empezó a sentirse débil. Tocó su pecho... estaba sangrando.
Su última gran hazaña como cacique fue gritar con todas sus fuerzas para que su gente se escondiera.

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