en las piedras que despiertan de su inercia,
en las hojas hambrientas de oxígeno.
Uno se mezcla con el camino
y parece que este también pensara.
Ambos discutimos del andar,
de la tierra que a veces saca sus brazos
para colgarse de uno mientras camina.
De cómo se tropieza uno con las montañas
que no son más que cúmulos de polvo
tan minúsculo y abstracto.
Siempre ha sido lo mismo:
uno, las piedras, las hojas y el camino.
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