ahogados en el silencio
de sus propias manos.
Mueren por no caminar
por quedarse sentados
viendo por las ventanas
manejando tumbas
jugando a dejarse caer
en cada agujero
que se cavó en el suelo.
Todos
(incluyendo al difunto)
disfrutan del olor a muerto
de la putrefacción
del hombre de al lado
de los huesos que poco a poco
ingieren matices de polvo.
La gente se muere
con cada aguja del reloj
en las noches secas
y aún mas si llueve.
Pero parece que nada
les satisface más el alma
que simplemente dejarse morir.
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