los árboles me llamaban
me abrazaban

Arriba era yo
mecido por el viento
embrigado con el sabor de la inocencia.
Solía buscar tesoros
en cada historia:
en la casa vieja
y en la tierra.
El rio, las piedras... la tarde
nada terminaba.
Los caminos eran laberintos.
Cruce, cruce, alto.
Me perdía en mi propio juego.
Las bolsas en el aire
me parecían viajeras
con destino a otras dimensiones
y de pronto era yo el que volaba
aún con los pies en el suelo.
De niño jugaba entre las hojas
y recuerdo que las hojas
jugaban conmigo.
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