Para Andrés el mejor amigo de un
hombre no era ningún animal sino su propia sombra. Él solía sentarse en un sofá
y su amiga siempre lo acompañaba. Tomaban whisky juntos. Andrés hablaba y su
sombra parecía entenderlo a la perfección.
Tal vez por eso fue que ella no
hizo nada para detenerlo aquella noche. Tal vez fue por eso que no lo juzgó con
desaprobación ni protestó por la
docena de pastillas, sólo se quedó callada. Esa misma
noche, fue tan grande su amistad que Andrés no quiso irse solo y al apagar la luz, descansaron juntos
para siempre.
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