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jueves, 29 de agosto de 2013

I

Vengo de un tiempo de silencios
en este preciso momento
                               alguien calla conmigo
(conmigo en cualquier parte que no es aquí conmigo)
en el abismo febril
                           mecanizan mis sentidos
Allá afuera todos van
                                      nadie viene
Voces abanican  la noche
                                  de los pasos del hombre
de sus falanges oscuras y tibias profanidades

EN LAS HOJAS DORMITAN GRILLOS RESONANTES

Un segundo se hace de otro que yació                
                   en la cúpula del viento
Los ojos están donde otros ojos estuvieron
(un dios detrás de dios)
 Allá afuera hay piel bajo la piel del muerto.

Vengo de ese abismo de la palabra
del arremeter, del sucumbir,
                 del ladrar hacia los perros,
hacia las perras,
hacia los tigres ancestrales,
hacia las paredes inmensas
                                  que nunca dicen nada cierto.
(¡Qué poco sé de dónde vengo!)

Esto queda:
amarrarme a este  hueso
                 que nunca nadie escarba

Punzarme con la duda
                 con la lengua masoquista
de esas voces que no son más que una:
La misma voz que enciende las fogatas
                                    y no apaga los incendios

Encerrarme en la tragedia rutinaria
en el rumor etéreo de puertas cayéndose de feas
de autos, máquinas enfermas, que no van hacia ninguna parte
(yo vengo, no voy.
                         Ir es que alguien espere
                                                               que yo llegue)

La noche sacó a pasear a sus espectros
              el mundo se llena con nombres que conozco
Todos los nombres son una sola mentira.

Aquí nada es epidérmico
             (nadie toca este silencio conmigo)


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