ante la impotencia.
Cierra por siempre
el espectáculo.
Muere exhausto
el actor de la obra
que florecía en el desierto,
y saciaba la sed hecha
universo.
Cae todo el peso
de mil años
en una frágil noche
que no resiste,
como puente de paja,
o muro de polvo.
Que no hable el silencio.
Que no se atreva a convocar
al destino.
("Uno, dos y hasta tres
-quizás más- fueron
los presagios de pájaros negros.")
¡Porque no!
No hay más hoy
ni más mañana.
No hay más hoy
ni más mañana.