de una tierra que pare patas, garras y melenas
de un silencio autista que se corta rápidamente.
Uno empieza en lo salvaje de la vida
sin ningún hueso con qué defenderse
con una madre toda placenta
que habita cada pelo
cada célula amorosa.
Uno trepa los árboles infinitos
pare hijos torpes como carne
devora al hermano sencillamente.
Pero luego de tanto andar y morder
algo se nos revela en la sangre:
uno abre su hocico definitivo
y se sumerge sin más excusa
en la ubre tierna de la muerte.
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